jueves, 28 de noviembre de 2013

Hay dos tipos de muertos





El arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo Pelegrina, aprovechó la homilía que el domingo, 24 de noviembre, ofició en la Catedral como acto litúrgico de clausura del Año de la Fe para anunciar oficialmente la próxima y "solemne" apertura del proceso de beatificación "de una veintena de mártires del siglo XX", intención que ya adelantó en una carta pastoral emitida en abril de 2012.


"En las próximas semanas", dijo Monseñor Asenjo sin hacer ninguna referencia explícita a la Guerra Civil, "daremos a conocer sus nombres y la fecha de la apertura solemne del proceso". Con este anuncio, el arzobispo de Sevilla no pretende "reabrir viejas heridas, pues no tenemos otra intención que cumplir con un deber de justicia y gratitud y poner sobre el candelero de la Iglesia el heroísmo y la fortaleza de estos modelos del amor más grande, de quienes prefirieron la muerte antes que renegar de su fe"
. (Diario de Sevilla).

A muchos les podrá molestar dicha noticia, sin embargo, a nosotros ni nos importa, ni mucho menos nos molesta. Cada cual es libre de homenajear, dignificar o ensalzar la figura de sus caídos como le venga en gana y según sus ritos.


El problema comienza cuando hay diferencia hasta en los muertos, porque, mientras que unos son ensalzados y elevados a los altares (insistimos, allá cada cual con sus ideas), se conocen sus sepulturas y las autoridades civiles asisten a esos actos de una manera activa.

Otros siguen desaparecido 78 años después; esas mismas autoridades tan gustosas del oropel y la parafernalia litúrgica, niegan cualquier tipo ayuda para la recuperación de sus restos, amén de usar el torticero argumento de “reabrir viejas heridas” para evitar su recuperación y un enterramiento digno.

Hay diferencias, no dejemos que nos engañen, desde el mismo momento que más de 8.000 sevillanos, asesinados por defender la legalidad frente a unos perjuros, yacen en cunetas, fosas comunes, campos, etc., siguen en el olvido oficial, mientras aquellos que ordenaron sus ejecuciones sumarias, sin juicio, sin garantía alguna, sus asesinos, están enterrados en basílicas a los pies de sus veneradas imágenes.

Cada cual puede honrar a sus muertos, pero, por favor, Sr. Arzobispo de Sevilla, no se ofenda cuando los demás pidamos poder honrar a los nuestros, “pues no tenemos otra intención que cumplir con un deber de justicia y gratitud”,  tal vez no sean santos, pero fueron leales a sus ideas, fueron ciudadanos honrados, al contrario de sus asesinos.

Rafael Luna
Secretario General

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